La fuerza de voluntad es un recurso finito

A menudo pensamos que existe gente con una gran fuerza de voluntad y otros que simplemente son vagos y perezosos. Y esto es así, pero también lo que parece vagancia puede ser, a veces, simple agotamiento.

En 1998 un grupo de investigadores americanos realizaron una serie de experimentos destinados a medir cómo el ser humano hace uso de su fuerza de voluntad. En los experimentos se citaba a un grupo de estudiantes universitarios para participar en un supuesto estudio sobre la percepción del sabor. Los investigadores pidieron a los estudiantes que se saltaran una comida antes del estudio y que no comieran nada en las tres horas anteriores al experimento para asegurarse de que tenían hambre.

Justo antes de que llegaran los conejillos de indias, los investigadores cocinaron en la sala contigua al estudio una remesa de galletas que inundó el ambiente de aroma a chocolate. Cuando los estudiantes llegaron se les sentó en una sala, llena de ese delicioso aroma a chocolate, en la que había una mesa con dos fuentes: una llena de galletas recién horneadas y la otra llena de rábanos. Los investigadores intentaban poner a prueba la fuerza de voluntad de los sujetos: les pidieron a la mitad que comieran galletas de chocolate y a la otra mitad que comieran rábanos. Además, dejaron solos a los sujetos para favorecer la tentación de comer galletas de chocolate.

En principio, parecía que todo el montaje había sido en vano porque ninguno de los desgraciados comedores de rábanos sucumbió a la tentación y se comió una galleta prohibida. Sin embargo, lo que ocurrió poco después demuestra que la tentación de las galletas sí que dejó huella en los comedores de rábanos.

Después unos minutos saboreando la comida que les había caído en suerte -rábanos o galletas- los investigadores proporcionaron a los estudiantes un par de cuestionarios. Cuando los estudiantes terminaron de responder, los investigadores dieron por finalizado el experimento y dieron paso a un nuevo estudio sobre la capacidad cognitiva de los estudiantes. Este experimento consistía en pedir a los estudiantes que resolvieran varios puzzles complicados, trazando una serie de figuras geométricas sin levantar el lápiz de papel. Les dijeron a los estudiantes que no importaba cuanto tiempo tardasen en resolver el puzzle ni el número de intentos que empleasen.

El único problema es que esos puzzles no tenían solución posible: los investigadores simplemente medían la perseverancia de los sujetos. Y en ese test sí que se observó una gran diferencia entre los comedores de galletas y los comedores de rábanos: los comedores de galletas estuvieron intentando resolver el puzzle una media de 19 minutos, e hicieron por término medio 34 intentos. Sin embargo, los comedores de rábanos sólo emplearon una media de 8 minutos y 19 intentos.

Los investigadores eligieron a los comedores de rábanos al azar, no eran gente menos perseverante o motivada que sus compañeros comedores de galletas. Y, sin embargo, perseveraron mucho menos en resolver el puzzle. ¿Por qué? Por lo que se conoce como agotamiento del ego: Podemos emplear la fuerza de voluntad para resistir nuestros impulsos, pero esta capacidad de esfuerzo es finita y se agota si la forzamos demasiado. Nuestra fuerza de voluntad es finita. Usadla para algo positivo.

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