Parálisis por análisis

Cuentan la historia de un burro que murió de hambre porque le pusieron delante un cubo de alfalfa y otro de cebada y no supo por cuál decidirse.

Siempre pensamos que tener muchas opciones disponibles es algo inherentemente bueno, una ventaja en cualquier situación. Tener muchas opciones puede ser algo conveniente en ciertas circunstancias, pero también puede conducir a lo que se conoce como parálisis por análisis.

Para estudiar cómo tomamos decisiones complejas, los investigadores Eldar Shafir y Donald Redelmeie dieron a un grupo de médicos el historial hipotético de un paciente de 67 años que sufría de dolor crónico de cadera. El paciente llevaba años de tratamiento con distintos medicamentos que no le habían solucionado su problema, por lo que los doctores se estaban planteando una operación de sustitución de cadera. Esta operación es muy traumática y tiene una recuperación larga y complicada por lo que sólo está indicada en casos los que otras terapias ya han fracasado.

Sin embargo, justo antes de que el paciente se sometiese a la operación, los doctores descubrieron que había un medicamento que no se había probado con el paciente y que podría ayudarle. Ante este historial, el 47% de los doctores optaron por el procedimiento menos agresivo de recurrir a la cirugía si este último medicamento tampoco surtía efecto.

Sin embargo, cuando los investigadores cambiaron la historia para que no sólo quedase un medicamento por probar, sino dos, sólo el 28% de los doctores se decantaron por probar con los medicamentos.

El sentido común nos dice que hay más posibilidades de que cualquiera de los dos medicamentos ayude al paciente, pero este factor no parece determinante en la decisión de los doctores. ¿Qué está pasando?

Cuando nos enfrentamos a una decisión complicada, cuantas más opciones tengamos, más confuso se vuelve el asunto y más difícil es decidirse. Al final, llegamos a una situación de confusión en la que ninguna opción parece claramente mejor, cuanto más analizamos el asunto más difícil resulta tomar una decisión. Sufrimos lo que se conoce parálisis por análisis, una parálisis que nos impide tomar ninguna decisión. En esa situación, suele ganar la ley de la inercia: lo más fácil es no tomar ninguna decisión y que las cosas sigan como estaban.

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